En el camino hacia convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos, la honestidad debería ser un valor importante a tener en cuenta. El problema es que vivimos en una sociedad que muchas veces nos recompensa por decir mentiras, y nos castiga por ser honestos. Decir mentiras se ha convertido en un habito cotidiano en los seres humanos, y lo hemos aceptado como un comportamiento valido. La honestidad es una virtud que todos valoramos, pero la cual solemos olvidar, y se ha convertido en una de las virtudes menos encontradas en los seres humanos. ¿Pero podemos revertir esto o estamos condenados a vivir una vida de mentiras? La respuesta es sí, ¡si podemos! y todo va a depender de nosotros.
¿Por qué hemos dejado la honestidad enterrada en el olvido? ¿es para proteger a otros o para protegernos a nosotros mismos? ¿es para ser aceptados por esta sociedad? ¿o es a causa del miedo? ¿por qué a veces es tan difícil ser honestos? ¿por qué nos corrompemos tan fácilmente? ¿por qué olvidamos la honestidad tan fácilmente? Yo creo que el problema principal es que nos hemos olvidado quiénes somos realmente y porque estamos aquí. Hemos silenciado la voz de nuestras almas, viviendo la gran mentira creada por esta sociedad. No nacemos siendo mentirosos, falsos, tramposos, aprendemos a ser de esta forma. Nos han manipulado, han distorsionado la realidad y nos han vendido una gran mentira.
Desde pequeños que escuchamos mentiras. Cuando éramos niños nos contaban historias que eran falsas, intentaron atemorizarnos con cuentos ficticios, nunca se nos explicó porque las cosas sucedían como sucedían, sino que siempre intentaban ocultarlo detrás de una linda historia. Ya de adultos, las mentiras se encontraban en todos lados. Mentiras en la televisión, en las revistas, en los diarios, personas engañándose entre ellos, publicidades intentando venderte algún producto basándose en la mentira, hermosas imágenes de modelos, y fantásticos productos que en la realidad nunca son como las publicidades, mentiras dicha por políticos, mentiras entre amigos, familiares, compañeros de trabajo, mentiras en todas partes. Una vida, nuestra realidad, basada en mentiras.
“Si dices la verdad, no tienes que recordar nada.” – Mark Twain
Fue así que aprendimos a mentir, lo aceptamos como normal. Hoy en día, engañar se ha convertido en un comportamiento normal. He escuchado a personas decir cosas como: “Es la vida, las personas engañan, las personas mienten, las personas son falsas, y tú también lo eres, así son las cosas.” O la frase común es: “Si no puedes contra ellos, úneteles.” Bueno, puedo decir que no estoy de acuerdo con esta frase. Yo creo que si nos sometemos a este mundo, el cual constantemente busca convertirnos en lo que no somos, perdemos así nuestra verdadera esencia, dejamos de ser quienes realmente somos, y si no somos nosotros mismos entonces no somos nada, o pasamos a ser simplemente caminantes sin almas sobreviviendo hasta el fin de nuestros días.
Nadie quiere vivir un engaño, a nadie les gusta las mentiras, ¿entonces por qué no comenzamos por ser la fuente de honestidad en lugar de ser una fuente de mentiras? Podemos comenzar por ser honestos con nosotros mismos. Allí es donde la gran mentira comienza, no mentimos ni engañamos a otros más de lo que nos engañamos a nosotros mismos. Por lo tanto, si pudiésemos aprender a ser honestos con nosotros mismos, podríamos comenzar a ser honestos con los demás. Esto no evitará que los demás dejen de ser deshonestos, pero por lo menos serás tu verdadero ser, no te verás corrompido por esta sociedad en la que vivimos, y eso es una gran clave para el éxito.
“Cada mentira son dos mentiras: la mentira que le decimos a los demás y la mentira que nos decimos a nosotros mismos para justificarla.” – Robert Brault
¿Pero deberíamos ser siempre honestos? ¿incluso cuando pueda lastimar a otras personas? Si, pero pueden existir algunas excepciones. Debemos intentar siempre decir la verdad, pero pueden haber momentos en donde nuestra verdad no deba ser revelada. Para ser más clara voy a dar un ejemplo: imagínate que hoy es tu cumpleaños y alguien te regala un regalo que no te gusta, sería necesario decir: “Gracias, pero la verdad que tu regalo no me gusta para nada” La realidad es que la honestidad no tiene por qué ser ruda. No tienes por qué mentir y decir que fue el mejor regalo que has recibido en tu vida, pero puedes demostrar gratitud por la muestra de cariño de esa persona hacia ti sin ser falso o rudo. El amor y la compasión son parte del ser honesto.
Al mismo tiempo, la honestidad no significa que debas andar por la vida expresándole a todos tu opinión sobre ellos, no todo el mundo espera tus opiniones, por ese motivo es mejor a veces no decirlas, y en el caso de que te la requieran, entonces busca la forma de decirlas con compasión. Cuando la verdad no sea relevante, y sea más beneficioso guardarla que decirla, esa podría ser la única excepción. Pero no confundas esto con mentira para proteger a otros o pare evitar lastimar a otros. Una mentira, tarde o temprano siempre hará más daño que las más duras de las verdades.
“Siempre hay una manera de ser honesto sin ser brutal.” – Arthur Dobrin
Por lo tanto, si la honestidad y la compasión van juntas de la mano nunca causaran daño, o no tanto como una mentira. El problema con las mentiras es que cuanto más esperas, mas grande se vuelven. No podemos volver atrás en el tiempo y cambiar lo que hicimos o dijimos, pero siempre podemos elegir decir la verdad, una mentira no tiene fecha de vencimiento, seguirá existiendo hasta que la destruyamos con la verdad. No tengas miedo de decir la verdad, al mismo tiempo siempre estate listo para aceptar la verdad en lugar de aceptar hermosas mentiras. La verdad puede doler, pero una vez que la tienes, eres dueño de hacer con ella lo que sientas, serás libre como para reinventar tu vida, mientras que vivir una mentira sólo te convencerá de qué la ilusión que vives es real, viviendo por siempre en una fantasía.
Comienza por ser honesto contigo mismo hoy. Ese es el primer paso para convertirte en la mejor versión de ti mismo. Se amable, sé generoso, y di la verdad con compasión, no para lastimarlos, pero para liberarlos, no para destruirlos pero para amarlos, incluso cuando no te amen devuelta. ¡Seamos honestos y liberemos nuestra conciencia de la tortura creada por nuestras mentiras!